En
las danzas circulares, no es sólo la alegría de danzar lo que me convoca, sino
esos aspectos sutiles que me llevan a una conexión profunda con las identidades
de todas las culturas… esos aspectos de la diversidad musical, rítmica y sonora
y la hermandad instrumental y coreográfica que se revela con cada danza.
Como
al revelar una fotografía, lo sutil se va mostrando con suavidad, poco a poco,
al danzar una y otra vez, al permitir que los oídos y ojos del alma y nuestra
capacidad senso-perceptiva, vayan captando la profundidad, lo visible y lo
invisible, lo que vibra en cada música, en cada danza, en cada modo de mover
nuestro cuerpo, en cada modo de hacer las pausas.
El
espíritu de las danzas me acompaña desde mi niñez; a lo largo del camino, ellas
me han convocado desde su diversidad de estilos, desde su diversidad expresiva,
sentida y creativa; desde aquellas sutilezas que le dan identidad.
Muchas
veces me pregunté de dónde me llegaba esa comprensión corporal de las danzas de
tan distantes orígenes; qué ocurría con mis células que parecían despertar
memorias, lejanas en el tiempo y en el espacio; qué pasaba en mi cabeza, que
parecía entrar en pausa de pensamientos, dejando más espacio al mundo de la
sensibilidad y la percepción.
Y
sentí que mi conciencia comenzaba a despertar de un extraño sueño que me
permitía esa maravillosa conexión con el anhelo de Bernard Woisin de rescatar y
honrar -a través de sus danzas- la
memoria de los pueblos y sus culturas. Y sentí el impulso de ser un nexo para
que se conozcan, se dancen y se sientan en el cuerpo y en el corazón.
Al
bailar lo ancestral, una parte de mi ser recorre infinitas geografías,
multiplicidad de relieves, de climas, de historias de vida.
Mi
espíritu curioso, siempre me inspiró a hurgar en los rincones, los visibles y
los invisibles; a encontrar conexiones; a dejar que mi capacidad de asombro
siempre conserve su frescura y vitalidad; a descubrir y descubrirme a través de
cada hallazgo.
Y
así, las Danzas Circulares despertaron mi fuerza inspiradora para recorrer el
camino transpersonal de estas danzas sagradas, para ser una tejedora más-junto
a otros seres que han sentido este mismo llamado- de esta trama luminosa
alrededor del mundo.
Cada
uno de nosotros, cada ser que, desde su corazón, inicia este camino de
transmisión de las danzas circulares del mundo, que siente este llamado
ancestral para transmitir la herencia cultural de todos los pueblos, asume
también la responsabilidad de poner al servicio de ellas toda su sensibilidad,
su respeto y su corazón, para ser fiel transmisor del espíritu que dio vida a
este maravilloso movimiento danzante en expansión, alrededor de todo el
planeta.